martes, 28 de abril de 2009

Gracias, chicas


Cuando empezaban "Las chicas de oro", todo quedaba suspendido en mi casa. Fuera lo que fuese lo que uno estaba haciendo era automaticamente diferido media hora, hasta la finalización del capítulo. Incluso mi abuela, en general extraviada en su mundo senil, parecía reconocer las notas de la melodía de sus títulos de crédito y saludaba con una sonrisa el familiar "Thank you for being my friend" con el que Dorothy, Blanche, Rose y Sofía anunciaban su llegada cada miércoles.

El tiempo es muy cruel y, en general, no muestra el menor respeto por lo que determinados hechos de nuestro pasado han significado, ensañándose con ellos en el presente y convirtiéndo aquello que antes disfrutábamos en un mejunje indigerible. Su mecanismo imparable logra que los chistes ya no sean graciosos, que las historias carezcan de interés y que el encanto de las imágenes se haya difuminado hasta convertirse en un borrón informe. Pero, a veces, se produce el milagro.

Quince años después, los capítulos de "Las chicas de oro" han logrado esquivar el ataque y siguen luciendo el espléndido aspecto que tenían a mediados de los ochenta y que mantuvieron al principio de los noventa. Los guiones que mantuvieron a la serie entre las de mayor audiencia y reconocimiento crítico durante las siete temporadas que duró en antena, siguen siendo un modelo a seguir, una verdadera antología del humor que mejora con los años. La quimica entre las actrices aún no ha sido superada y es dificil encontrar unos personajes mejor trazados y con más gancho que la recta y encorsetada Dorothy (Bea Arthur), Sophia, su malhumorada y anciana madre (Estelle Getty), la candorosa e inocente Rose (Betty White) o ese putón sureño que respondía al nombre de Blanche (Rue MacClanahan).

A día de hoy, sólo las dos últimas siguen con vida. En julio del año pasado, Estelle Getty, pudo por fin reunirse con su amado Salvatore y ahora viven en un lugar en el que las historias siempre empiezan con un "Imaginaos, Sicilia, 1920....". Su hija Dorothy apenas ha podido aguantar unos meses sin compartir con ella los enormes botes de helado que devoraban junto a Rose y Blanche en la cocina de su casa en Miami y fue a su encuentro el pasado sábado, dejando como legado una de las mejores parejas cómicas de la historia de la televisión. Mucha suerte, chicas y gracias por todo.


TÍTULOS DE CREDITO



COMPRANDO PRESERVATIVOS

domingo, 26 de abril de 2009

A mitad de camino


El 25 de abril de 1926, en el Teatro alla Scala, en Milán, tuvo lugar, bajo las órdenes de Arturo Toscanini, el estreno oficial de la ópera "Turandot", la partitura inacabada del compositor italiano Giácomo Puccini (1858-1924). Al llegar al punto en el que muerte sorprendió al maestro, Toscanini, en un gesto tetral, pero efectivo, detuvo la representación y anunció que"la ópera concluye aquí", mientras el telón descendía lentamente sobre el escenario entre la ovación unánime del publico. Imagino que a Franco Alfano, el compositor al que el propio Toscanini encargó concluir la partitura tomando como referencia las erráticas notas dejadas por Puccini, no le haría demasiada gracia la ocurrencia del genial director de orquesta, sobre todo teniendo en cuenta que Alfano se negó inicialmente a llevar a puerto el trabajo encomendado, considerándolo en todo momento como una misión imposible en la que era imposible estar a la altura. Pero lo cierto es que su intento de no desmerecer lo escrito hasta ese momento por el genio nacido en Lucca tuvo que esperar a la segunda representación para ver la luz

Con Puccini, yo di mis primeros pasos en la ópera. Cogido de su mano, lo acompañé a París, para reír y llorar con los amoríos de Rodolfo y Mimi, a los que rodeó de un deslumbrante aura musical en "La Bohème". Sin apenas respiro, viajé a China y allí pude asistir al nacimiento de una pasión desbordante y mortal: la de la bella Cio-Cio-San por el botarate presuntuoso de Pinkerton en la más desgarradora historia de amor que habita el repertorio operístico y que responde al nombre de "Madama Butterfly". Desde entonces, su devastador duo de amor, el popular "Un bel dì vedremo" o esa obra maestra de ingeniería musical que es el trío "Io so che alle sue pene non ci sono conforti" me acompañan donde quiera que vaya.

Para el siguiente paso, el maestro Puccini contó con la inestimable colaboración de María Callas, Tito Gobbi y Giuseppe di Stefano que con su incandescente versión de "Tosca" a las órdenes de un destadado Victor de Sabata, lograron instalar esta wagneriana obra maestra llena de violencia, sexo, traición y odio en un escalón tan alto que, aún hoy, varios años después de su descubrimiento, ninguna otra partitura ha logrado alcanzar. "Recondita armonía", el Te Deum con el que concluye el primer acto o el desgarrado "E lucevan le estelle" son momentos insuperados en una cadena magistral de acontecimientos musicales que se suceden sin descanso.

Acabo de volver de Japón, de disfrutar de las enigmas de la gélida y cruel princesa que da nombre a su obra póstuma, "Turandot" y aún me queda un largo viaje por la producción operísitica de este genial italiano, amante de la velocidad y de los automóviles de alta cilindrada al que un cáncer de garganta se llevó mucho antes de lo debido, pero coincido plenamente con aquello que escribió hace unos años, Francisco Camino en, "Clásica" su indispensable prontuario de referencias discográficas, "cuatro piedras angulares soportan el edificio del repertorio internacional de la ópera: Mozart, Verdi, Wagner y Puccini (..) pero, ¿es posible concebir una temporada de ópera, imaginar la existencia de esa institución intangible y ritual que llamamos repertorio sin Mimí, Tosca o Butterfly?" . Personalmente creo que no.

E LUCEVAN LE ESTELLE (TOSCA)



viernes, 17 de abril de 2009

El sabor del miedo


Rosa Díez, la representante en el Congreso de la formación política Unión, Progreso y Democracia (UPyD) siempre tendrá mi sincero agradecimiento por haber logrado infiltrar ilusión y entusiasmo en mi maltrecho organismo político, alterado hasta la medula por el virus aznariano y la bacteria filípica, al borde, en fin, de la ruina total tras tales padecimientos, años de voto en blanco y a un paso de la tumba absentista.

La formación logró en las pasadas elecciones de 2008 unos encomiables 306.078 votos y un escaño que fue a parar a Rosa Diez y que podrían haber sido, perfectamente, cinco o seis si los padres de la Constitución no hubieran saqueado las bodegas del Congreso el día que redactaron los artículos correspondientes al sistema electoral de nuestro país. Me alegra poder decir que uno de esos 306.078 votos fue el de un servidor.

Ya entonces, UPyD padeció el reproche y la burla de sus antiguos compañeros del PSOE (que tampoco se fueron de rositas, nunca mejor dicho, en las rabiosas réplicas emitidas desde las filas del partido) sin librarse por ello del recelo con el que las huestes de Génova saludaron a la nueva formación, contemplada como un organismo extraño e inclasificable y, sobretodo, como un depredador de votos que amenazaba con colarse en la jungla popular y tomar posesión de no poco territorio común. Por si fuera poco, se produjo un importante bloqueo informativo por parte de numerosos medios de comunicación que sellaron con silicona la mayor parte de las iniciativas informativas e institucionales del partido, el cual se vio abocado a buscar fórmulas alternativas para darse a conocer, fórmulas que, a la vista de los resultados obtenidos, fueron eficientes en gran medida.

Desde entonces, mucho de cuanto rodea a UPyD ha cambiado: ha obtenido un meritorio escaño en el parlamento vasco tras las últimas elecciones autonómicas, los sondeos le otorgan una intención de voto del 4,4% en los próximos comicios europeos y, a día de hoy, Rosa Díez es el líder político más valorado del país, tras Zapatero y con una sensible ventaja sobre Rajoy. Las cosas parecen marchar bien para el partido, su base electoral aumenta y el funcionamiento de su engranaje político es fluido y parece soportar bien las decisiones que vienen adoptándose, incluidas las más discutibles o controvertidas como su cuestionable abstención en la elección de la diputada del PP, Arantxa Quiroga, como presidenta del Parlamento Vasco.

Lo que no ha cambiado son los obstáculos que ciertos medios de comunicación, públicos y nacionales, por especificar un poco, siguen cruzando en el camino de UPyD. La última ha sido su inexplicable exclusión de las formaciones políticas invitadas a conformar el elenco de la próxima edición del popular programa televisivo "Tengo una pregunta para usted" en la que, incluso Esquerra Republicana, con casi diez mil votos menos que el partido de Rosa Díez, tendrá su lugar en la arena mediática. Desde RTVE argumentan que "corresponde decidir al Director de los Servicios Informativos sobre los invitados del programa", lo que, en realidad, apoya la tesis del bloqueo informativo basado en elementos subjetivos y parciales, toda vez que el programa tiene por objetivo dar cabida a las minorías parlamentarias.

Nadie nunca hiere a quien nada le importa. Lo oí hace mucho en una película y me parece un dogma difícil de debatir. Probablemente, este interés por acallar a UPyD sea fruto del miedo. Miedo a ser comparado y resultar odioso en la comparación, miedo a perder las comodidades del bipartidismo para exponerte públicamente al examen de las ideas y miedo a experimentar como el rezagado escala posiciones mientras tus errores te despeñan a su encuentro. Probablemente, haya mucho de eso en este tema y por eso y por el gusto de darles en el hocico a los que así piensan, este blog solicita la presencia de Rosa Díez en dicho programa y se une a la iniciativa "Tengo una pregunta para Rosa Díez" de la que han dado buena cuenta algunos medios de comunicación como Periodista Digital, Público o Libertad Digital, otros blogs como "Iván Reguera" o el seminal "Tengo una pregunta para Rosa Diez" e, incluso en Facebook. Esperemos que sirva de algo y sea posible escuchar las respuestas de UPyD a las consultas de los ciudadanos sin matorrales de por medio. Sin duda, merecera la pena.

miércoles, 15 de abril de 2009

Punto y final: Almudena Grandes


En su "Diccionario filosófico", mi admirado Fernando Savater expone dos razones de peso para citar palabras de otra persona en un texto propio: la modestia y el orgullo. "Se cita por modestia", escribe"reconociendo que el acierto que se comparte tiene origen ajeno y que uno llegó después. Se cita por orgullo porque es más digno y más cortés (..) enorgullecerse de las páginas que uno ha leído que de las que ha escrito". "A fin de cuentas", concluye "poner una cita es lanzar una bengala de aviso y requerir cómplices".

Teniendo esta noble y sólida agumentación en la mente da inicio hoy una nueva sección en este blog a la que he decidido llamar "Punto y final" y cuyo objetivo es recoger y dar otro canal de comunicación (adicional e innecesario en muchas ocasiones) a esos momentos gloriosos del lenguaje en el que el talento, la oportunidad y la precisión se cogen de la mano y provocan en quien la escucha o lee el completo convencimiento de que sobre el tema en cuestión, nada más se puede ni se debe añadir.

Para inaugurarla, me he decidido por un fragmento sublime, inatacable y lapidario de Almudena Grandes incluido en su artículo "Amateurs" publicado por "El País" el pasado día 30 de marzo y en el que comentaba sus impresiones sobre el gobierno en general y sobre la Ministra de Defensa en particular tras anunciar ésta la retirada de Kosovo de las tropas españolas allí destacadas y las reacciones que provocó dicha decisión.

"Por favor, señora Chacón, no vuelva a consentir que, después de meter la pata, sus compañeras la protejan diciendo que las críticas a sus errores son machistas. Si manda como los hombres, encaje como los hombres. Usted no se merece otra cosa. Y las demás, tampoco."


viernes, 10 de abril de 2009

Desde el otro lado


Siempre he sentido una profunda aversión hacia los espejos. Siendo un quinceañero, me colé junto a unos amigos en una vieja casa abandonada que había cerca de donde veraneaba con mis padres . Mientras explorábamos la ruinosa mansión, un enorme espejo que, milagrosamente, había sobrevivido al inocente saqueo de docenas de chavales ante que nosotros, se descolgó de una de las paredes y estalló en mil pedazos, dejando al descubierto, en lugar del muro desconchado, que todos esperábamos, un amplio boquete que anticipaba un lóbrego y tenebroso túnel perdiéndose en la oscuridad.

Desde entonces, me ataca la extraña sensación de ser observado desde el otro lado cada vez que me enfrento al frío e inhumano reflejo que de la realidad presentan las pulidas y brillantes superficies de los espejos con los que uno tropieza a cada momento. Afortunadamente, las canas que van haciéndose fuertes en mi encopetada cabeza han logrado que, a día de hoy, al detenerme ante un espejo sienta tan solo una leve inquietud y no el gélido escalofrío que me recorría la espada cuando era más joven y la fantasía volaba con mayor libertad. Quizás sea este miedo infantil el que me haya llevado a disfrutar más de lo que se merece de "The broken", la nueva película del británico Sean Ellis tras la premiada "Cashback". Y digo que la he disfrutado más de lo que se merece, porque, en realidad, "The broken" no es una buena película.

Tras una cena familiar a la que acude junto a su novio (Melvil Poupaud) y su padre (Richard Jenkins) y en la que el único elemento perturbador es la rotura inexplicable de un enorme espejo, la radióloga Gina Mc Vey (Lena Headey) observa en plena calle a una mujer con la que guarda un asombroso parecido y que parece llevar una vida paralela a la suya. Los extraños cambios que detecta en algunos de los asistentes a la cena y una serie de espantosas y recurrentes pesadillas llevan a Gina al mismo borde de la locura.

El guión, obra del propio Ellis, resulta lento en la exposición de los planteamientos, torpe en el ritmo y deudor hasta el tuétano de otros títulos clásicos del terror y de la ciencia ficción a través de múltiples detalles en los que no entraré para resguardar las sorpresas pero que resultan obvios una vez vistos (atención al guiño tan gratuito como interesante a "Psicosis"). El reparto tampoco ayuda y, dejando a un lado a la bellísima Lena Headey, protagonista absoluta de la película, los demás actores pasean por la pantalla como si hubieran quedado para cenar y fueran justos de tiempo. Mención negativa especial para el francés Melvil Poupaud, que resulta tan creíble en su papel de seductor y misterioso galán como Chiquito de la Calzada enfundado en las mallas azulgranas de Spiderman.

Y sin embargo, a pesar de tan importantes carencias, "The broken" resulta un producto inquietante y, en cierta medida, digno y destacable. Fundamentalmente, porque Ellis-director sabe sacar partido a los magros cimientos entregados por Ellis-guionista y filma las oquedades del libreto con una elegancia y un sentido de la atmósfera ciertamente brillantes. Con la inestimable colaboración del director de fotografía Angus Hudson, Ellis retrata un Londres lívido, frío y aséptico donde el gris y el azul dominan la paleta de colores y donde la realidad parece deslizarse con lentitud más que moverse. Esa habilidad para narcotizar al espectador y su innegable talento visual para crear imágenes inquietantes (Gina en el cuarto de baño tras la primera de sus pesadillas ¿Ellis plagiando a Aja o viceversa?) se convierte en varias ocasiones en un elemento indispensable para dotar de tensión y suspense a momentos tan logrados como la persecución en el metro de Londres o la última y aterradora conversación telefónica entre Gina y su padre.

Si aquella tarde de hace un millón de años, la casualidad no hubiera hecho estallar aquel espejo, probablemente esta entrada no hubiera nacido. O quizás sí. Quizás no fue la casualidad la que lo descolgó de la pared y había una intención en aquellos acontecimientos. En mi caso, "The broken" ha logrado que vuelva a observar con recelo los reflejos ofrecidos por los espejos que salen a mi paso. ¿Demasiadas películas? Tal vez, pero todos tenemos derechos a exorcizar nuestros demonios, ¿no?

sábado, 4 de abril de 2009

Pilas no incluidas


Dicen que tan sólo usamos un diez por ciento de nuestra capacidad cerebral. Por esa misma razón, imagino, es muy difícil que un ser humano especialmente dotado para una actividad logre destacar a similar o idéntico nivel en alguna otra. Por ejemplo, Rafa Nadal, con una raqueta en la mano y sobre cualquier tipo de superficie tenística es un huracán deportivo frente al que apenas es posible resguardarse. Ahora bien, sustituyes el pantalón corto por un traje, la raqueta por un micrófono y el sudor por la gomina, y el excepcional deportista se convierte en un ser unicelular incapaz de ligar dos palabras seguidas con un mínimo de sentido. El refranero español es una fuente de conocimientos interminable y guarda una sentencia casi para cada acontecimiento. El aplicable en este caso es, obviamente, aquel que dice, "zapatero a tus zapatos".

Otra persona a la que podríamos mandarle un correo electrónico con esta perla hispana es a la modelo venezolana, Dayana Mendoza, que con apenas veintidós años fue coronada Miss Universo en julio del año pasado y que con motivo de su reciente viaje al tenebroso e impopular Centro Penitenciario de Guantanamo, en las costas de Cuba, ha montado un buen follón (con perdón) al describir la experiencia como "interesante y divertida", lo que teniendo en cuenta todo lo que se sabe del lugar en cuestión y sin poder olvidar que ella misma padeció un secuestro en su país hace un año y medio, no deja de ser, cuanto menos, chocante.

Para Dayana, el viaje ha sido "una experiencia increíble". Nada más llegar, al parecer, asistieron a "un enorme almuerzo" para luego visitar "uno de los bares que tienen allí" y asistir, entre otros eventos a una exhibición por parte de los perros guardianes que resultó "muy linda ". Sin embargo, escribe la venezolana, eso no fue lo mejor, ni tampoco el "interesante" paseo por "los campos de detenidos " donde vio "las cárceles, dónde se bañan (los presos) y cómo se entretienen con películas, clases de arte, libros". No, sin duda, lo mejor, fue "el agua de la Bahía de Guantánamo" que "es taaan hermosa" y que pudo disfrutar "por lo menos por una hora", antes de salir escopetada hacia Miami, donde, paradojas de la vida, tras tanta diversión, le esperaba una durísima e inhumana sesión de fotos para la revista "People".

Desde aquí y siempre desde el cariño y el respeto, invitamos a la bella Dayana a que, visto lo visto, se lo piense muy mucho antes de aceptar según qué invitaciones. Tiemblo sólo de imaginarla apalabrando una visita a Auschwitz con motivo de algún acto institucional, para luego escribir en su blog acerca de las hermosas y amplias casas de madera del país que encontró, el alto grado de higiene que debían mantener todos los que allí pasaban el día a juzgar por las enormes duchas que aún hoy se mantienen en pie o lo rica que debía de ser la comida que calentaban en esos hornos tan grandes que toco con sus manitas de porcelana venezolana. Aunque sea mucho pedir, Dayana, por favor, piénsalo dos veces. O tres si fuera posible.